jueves, 1 de abril de 2010

Qué cierto es...

Un día llegó a mis manos un libro que me fue regalado. Sinceramente, con el escaso tiempo que en ese momento tenía para leer, solamente miré el Prólogo, y allí me encontré con el relato de Haydee que a continuación les transcribo, el cual me hizo pensar sobre muchas cosas:

“Para referirse a un tema determinado debemos estar informados primero y, además estar dispuestos a enfrentarnos a opiniones diferentes a la nuestra. Pero para poder “hablar” de ese mismo tema, se debe contar con las vivencias necesarias que nos da la experiencia.
Yo decidí “hablar” de la discapacidad, de mi discapacidad. Es física, ya que nací con una lesión en la médula espinal y me movilizo en silla de ruedas desde los quince años. A pesar de las dificultades que me tocó vivir, desde pequeña decidí que no me dejaría vencer sino disfrutar de lo que la vida pudiera darme, porque comprendí que perdería el tiempo lamentando lo que no tendría nunca. Y esto no iba a sucederme, porque acepté que mis piernas no caminarían nunca, pero mi cerebro y mi corazón sí lo harían, y por algo sería ¿no?
Lo más importante es no tener miedo a hablar de lo que sentimos, de cómo nos sentimos; sin temor, sin prejuicios. Esto te lleva tiempo y paciencia, pero vale la pena. A pesar de mis limitaciones físicas, a las que me enfrento diariamente, cuento con un trabajo que lo gané con mi esfuerzo y no por lástima. Sé que lo merezco, porque para ello debí presentarme a un llamado público y abierto que se hizo desde la comuna, específicamente para personas con discapacidad, y rendir una prueba de ingreso. Además estoy estudiando psicología. Lo más importante es intentarlo con la esperanza de que lo podés lograr.
Lo que no se puede superar es la discapacidad del corazón, esta no tiene remedio. Porque no se debe tener miedo a decir “te necesito”; por el contrario, hay que permanecer abierto a los demás. Y muchas veces, la discriminación –a la que muchos le temen–, la hacemos nosotros mismos por no dejar que se nos acerquen.
No hay que negarse la posibilidad de disfrutar del amor de quienes nos rodean, de la familia, de los amigos y por qué no, del amor de pareja. Todo lo que uno quiere realmente está a nuestro alcance, solo hay que atreverse a tomarlo. Porque los derechos y obligaciones que tenemos son los mismos que los de cualquier persona, y nuestros sentimientos también. Solamente hay que “hablar”… de ellos.”

Fuente: Revista Dis-CAPACIDAD N° 3. Citado en: Míguez, María Noel (2009): “Construcción social de la discapacidad”. Ediciones Trilce. Montevideo, Uruguay.

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