domingo, 25 de abril de 2010

Las oportunidades...

Una vez alguien me dijo: "Las oportunidades son como un pelado con flequillo: cuando vienen de frente las podés agarrar, pero cuando pasaron, manoteás, manoteás, y no lográs agarrar nada".
De las oportunidades, hay algunas que se presentan de la nada, mientras otras son puestas a disposición por personas que ni te imaginás. Eso es lo que me ha pasado con mi actual actividad laboral.
La oportunidad de llegar allí se me presentó a través de una amiga (a quien yo en ciertos aspectos veo como un ángel, porque tiene una calidez humana excepcional, siempre sonriente, con palabras de ánimo para brindar, disfrutando de la vida en una forma increíble); nunca me hubiese imaginado que esa personita especial me iba a abrir esa puerta, no por nada en particular, sino tan solo por el hecho de que en la sociedad actual en la que vivimos, la gente no suele ser demasiado solidaria en temas de trabajo (o al menos con la que yo me había cruzado hasta ese momento). Sí mucha gente te puede comentar de que salió tal o cual llamado, que precisan gente en este otro lado, pero poner la cara en recomendarte en su propio ambiente de trabajo, eso es muy raro!!!
Y así pasó el tiempo, hasta el momento en que me comunicaron que iba para ese lugar. Obviamente, ahí surgen los cuestionamientos propios de todo cambio (referencias a esto pueden encontrar en otras entradas, no voy a repetir), pero era una oportunidad de mejorar, así que con bolsito en mano aparecí en ese nuevo lugar.
Haciendo uso del sentido común (por supuesto, teniendo presente que es el menos común de todos los sentidos), y con "perfil bajo" como dicen, me puse a observar y a ver cómo podía hacer para insertarme en ese grupo de trabajo, que más adelante iba a comprender que está compuesto por personas muy especiales en diversos aspectos, a las cuales después de estos años de compartir cosas juntos, he aprendido a querer entrañablemente.
No pasó mucho tiempo (al punto que puedo decir que no pasó un sólo día en el que me sintiera perdida), que ya me estaban brindando señales de apertura para que me integrara. Siendo totalmente sincera, al principio me sonó un poco raro, no estaba acostumbrada a gente así, hacía mucho tiempo que no me integraba a un lugar donde el "nuevo" fuera bien recibido. Al contrario, yo ya estaba con la guardia bien alta esperando el primer sablazo.
Pero pasaron los días, las semanas, los meses y los años, y siguen siendo igual, no han cambiado para nada.
Como el primer día, en la mañana tempranito está el tango a todo volumen, el mate calentito, las charlas enriquecedoras, algún cuento de la salida del día anterior, acompañado de unas galletitas o lo que pinte en la vuelta (pero por poco tiempo porque engordan y hay que empezar el gimnasio -un año de estos jeje), intercalado con alguna actividad laboral menor, como revisar los correos (o aunque sea prender la máquina, jiji). Así pasa el rato y un poco más tarde, llega el saludo cariñoso e integrador del día, cuya energía nos contagia a todos y nos ponemos las pilas para encarar la jornada.
Y así entre el trabajo, algún mate caminante, alguna charla cortita, algún cigarrito de vez en cuando, transcurre la jornada laboral, entre los que hoy siento amigos.
No tengo más que agradecimientos por las diversas oportunidades que la vida me ha dado, por las laborales, las profesionales, pero principalmente las humanas: agradecer por la posibilidad de cruzar caminos con gente tan hermosa, que de muy diversas formas, y cada uno en su particularidad, me brinda en el día a día cariño, apoyo, comprensión, escucha y la oportunidad de crecer no sólo en lo profesional (que es mucho), sino en lo personal (que es muy importante).
Gracias por enseñarme cada día a ser un poquito mejor.

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