martes, 8 de febrero de 2011

Y cuando la vida nos sobrepasa... (el desierto)

¿Qué hacer? ¿Qué decir?
¿Cuestionarnos? ¿Dejar "correr el agua bajo el puente"?
¿Pelearla? ¿Dejarnos caer?
Y sí, somos seres humanos; las circunstancias de la vida nos sobrepasan.
Siempre lo digo, y no por eso la frase es mía, "el problema no es caer, el problema es no levantarse". El problema no es estar mal; es más, hay momentos en que necesitamos permitirnos estar mal; sí, somos seres humanos que no podemos con todo!!! El problema no es estar mal un día, dos días, una semana... el problema es cuando pasa el tiempo y seguimos igual...
El problema es cuando nos acostumbramos a estar mal, y nos retroalimentamos permanentemente de pensamientos y sentimientos negativos... cuando entramos en ese círculo vicioso del que no podemos escapar tan fácilmente...
¿Crisis? Sí, crisis!!! y a todos en algún punto de la vida nos pasa...
Y es ahí donde en determinado momento entramos en lo que los cristianos llamamos "el desierto" (hay gente que nunca le toca pasar por acá; hay otros que se vencen a mitad del camino; hay quienes pasan una vez y es suficiente; hay otros que lo vivencian en varias ocasiones en el correr de su vida).
Es un lugar personal en el que entramos y estamos solos, nosotros con nosotros mismos.
Es un lugar en el que parece que hasta Dios desapareció; el Universo entero se viene abajo y estamos aplastados en el medio de la nada.
Las fuerzas se esfuman... La tristeza y desolación nos invaden... No vemos horizonte... Todo es lo mismo, todo da igual... Nos sentimos agobiados, cansados, exhaustos... Nada tiene sentido ni nos entusiasma... No hay fé que nos saque en forma instantánea de ese lugar desolado e inóspito...
El calor del desierto nos quita el aliento, el sol tortura nuestros cuerpos y la arena nos dificulta el caminar... No hay dónde protegerse ni a quién acudir...
Y ahí nos enfrentamos con nuestros peores fantasmas, que no surgen de ningún lado más que de nosotros mismos...
La única alternativa para salir de este desierto es enfrentarlos y seguir... Sin fuerzas, pero hay que caminar igual... Sin esperanzas, pero buscando el horizonte... Cansados, pero no vencidos...
Con miedos, preguntas, cuestionamientos, pero buscando respuestas...
El desierto, si sabemos aprovecharlo y encontrar el lado positivo, es un momento de maduración espiritual y personal, es un momento de crecimiento... Luego de atravesarlo, saldremos más fortalecidos; veremos las cosas de otra forma; nos habremos conocido más nosotros mismos, dejando atrás nuestros fantasmas, superándonos como seres humanos...
Nadie puede hacer este trayecto por nosotros... Ni nadie puede ayudarnos... Las voces se sienten lejanas... Son como alucinaciones por tanto calor...
Sí, quienes se dan cuenta de la situación por la que atravesamos, pueden acompañarnos en el proceso... pero desde lejos... como mirando a través de un vidrio... pueden alentarnos, apoyarnos, oírnos, cuidarnos, alertarnos...
Pero el desierto es personal... cada uno atraviesa el suyo propio y no hay dos iguales... nadie se puede poner en los zapatos del otro... no hay opción, cada uno debe atravesarlo solo y por sus propios medios...
Con la esperanza de que, luego de dejar el pasado por el camino, luego de pelear por continuar a cada paso, luego de aprender y crecer, detrás de una colina se presentarán ante nuestros ojos las más bellas aguas azules que jamás hayamos visto y podremos disfrutar de la más refrescante brisa que jamás haya rozado nuestro rostro...

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